Al olor del columpio en aquel parque,
donde los rostros de los hombres se hacían más pequeños,
yo aprendí a volar una mañana de enero.
En la esquina de las luces apagadas,
me arrastraste hacia el muro ciego
y lloramos juntos las soledades de la vida
y juramos que no volveríamos a vernos.
Suplicando huir, oculta entre penumbras,
quisiste accidentarme de nuevo,
y sin más logré escapar, alcé mis alas...
y de pronto, era febrero.
1 comentario:
ese "y de pronto, era febrero" es de lo más contundente que he leido ultimamente :)
Bonito, bonito. Y verdadero.
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