12 de mayo de 2010

Al este


Pasó muchos meses mirando al oeste, hacia el lugar por donde se pone el sol. Y de tanto mirar a la noche estuvo a punto de acomodarse en aquellas tierras de penumbra.
Se fue al norte, y entre las calles oscuras de la ciudad más gris, se (re)encontró finalmente. Hizo las paces con un país entero, que no es poco, pero lo más importante es que logró hacer las paces consigo misma.
Su felicidad estaba olvidada en un puente sobre el Tamésis. La encontró un sábado de abril, a las dos de la mañana, mientras vagaba por una ciudad desconocida intentando encontrar a sus amigas.

2 comentarios:

Jorge dijo...

Hay algo en la felicidad que está atado inevitablemente a la sorpresa, supongo. La encuentras sin querer, y sin previo aviso te la dejas olvidada donde menos te lo esperas.

Fantástico reencuentro. ¡Mi felicidad se alegra por la tuya!

MaríaT dijo...

Sólo las ciudades con mar superan a las ciudades con ríos y puentes. Es fácil (re)encontrar la felicidad con el agua cerca.