25 de noviembre de 2009

Nunca supe muy bien en qué orilla estaba, en qué dirección remaba o qué esperaba encontrar en la otra orilla. Tampoco supe si le gustaba cuando algunos remábamos de manera distinta a la suya; no supe si disfrutaba con ver cómo nos alejábamos o quería que nos quedáramos con ella en esa orilla. Nunca supe muy bien lo que pensaba, aunque lo pudiera leer claramente en su mirada; y nunca llegué a conocerla del todo, aunque la conociera por completo.
Sin embargo, en sus últimos años, el remo del que tanto hablaba dejó de ser metáfora de metáfora para ser metáfora de vida. Remó y remó y remó, y cuando todos pensábamos que no se podía remar más, siguió remando. Nadie sabe cómo, ni por qué, pero siguió haciéndolo. A su manera, eso sí: no era la pausa y la elegancia de su madre, ni la seguridad y determinación de su hija; tampoco era la calma y el coraje de su nieta mayor, ni la inquietud desordenada de la pequeña. Al principio pensamos que se había olvidado de remar, que había decidido quedarse en esa orilla, pero los años nos hicieron ver que remaba en silencio, con paciencia, simplemente limitándose a mantener el equilibrio para no ahogarse. Parecía no hacer esfuerzos, e intentaba demostrar la facilidad de remada sonriendo cada vez que llegábamos todos y cada uno de los que intentábamos empujar un poco la barca de su vida. Mantuvo una mente perfecta, que en los últimos tiempos le permitía decir lo que le venía en gana sin miedo al qué dirán, porque a esas alturas de la regata ya nadie podía decirle nada. Así pasó del "mejoraste" al "engordaste", del "¿y esos pendientes?" al "¡vaya pendientes!", y de su discreto no decir nada al descojonarse abiertamente de tus zapatos, de tu último novio o de tu corte de pelo.
Remó durante mucho tiempo sin que muchos se dieran cuenta, porque su estilo era distinto. Y lo hizo siempre, y a pesar de todo, preocupada por estar siempre arreglada para sus fans, que éramos muchos, como la estrella de cine que de haber nacido en Los Ángeles y no en Oviedo podría haber sido. Sólo los que la conocimos realmente sin llegar a conocerla del todo sabemos que lo único que estaba ahí, detrás de esa sonrisa dulce, para recordarnos que seguía remando sin descanso, eran sus ojos, azul de mar y verde de río, que nos comunicaban todo lo que ella pensaba, lo que sentía, sin decirlo. Sus ojos que eran su barca, espejo de su alma, de su pensamiento y de su espíritu.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias, gracias en su nombre.
No es posible hacer una semblanza más acertada.
Seguiremos remando y procuraremos no quedar en la orilla.
Te quiero. Charo
"Ven a Oviedo y sal si puedes"

Ceceda dijo...

es muy hermoso lo que escribes.
Guarda como oro en paño esos recuerdos y revívelos todos los días un poco, veras como ella seguirá siempre a tu lado, oirás sus palabras y a veces hasta sentirás su presencia.
No te vimos por muy poco, pero sabes que nuestro abrazo lo tienes aqui esperando.

LiZ dijo...

A ti tampoco te hace falta haber nacido en Los Ángeles para ser toda una estrella!!!

Me gusta que remes y escribas...

Coverdale es Dios dijo...

Es de las cosas más bonitas que he leído...
me encanta. Y amo a mis mayores. Cada día más.
y a ti :)